Y nada es mejor que caminar para comprender tu propio destino, el valor del cariño y la alegría de vivir. Caminar como poner el agua a la altura de los ojos y salir del valor de la quietud y las inesperadas recompensas de la pausa.
Amantes y reinas lo hicieron, dándose a ese pequeño tratado de la vida auténtica, por encima de los manuales de cualesquiera de los dictadores y nombres prestados.
El agua a la altura de los ojos, y caminar: una singular ventana abierta a la vida cotidiana, y la guerra como la peor debilidad de los instrumentos de dominio. Una atracción ciega e inexplicable, y sentimientos nacidos de hechos reales, que no propagandas.
Perdurabilidad, reflejos fugaces, la piel hecha herida, libertad, soberbia, racismo, soledad, experiencia, política, marginalidad, tecnología… Todos los legados, todos los tiempos.
Demasiado no es suficiente.
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