Categories: Extraños (Blog)

De todas las mujeres, ella

Tenía pensamientos con los que no sabía muy bien qué hacer. Ella se marchó lejos de personas demasiado conocidas, y de recordatorios cercanos. Y él se quedó trabajando, bien es cierto que no poseía ese rasgo que hacía que un artista fuese un artista, si bien lo intentaba.

Quizás por eso que ella lo abandonó, y eso que después de su última vez le juró y perjuró, queriéndolo, que jamás volvería a irse de su lado, es más, que lo abofetearía si fuera necesario.

No obstante, se fue. Sí, se fue. Él se quedó bastante solo. Nunca creyó haber sentido eso. Una mezcla de pesadumbre, miedo, añoranza, rabia, cabreo y deseo. Y no podía fingir que no sentía lo que sentía. La buscaba con la mirada, intentaba tocarla, respetaba su lado de la cama, el lavabo, todo cuanto de ella dejó en ese hogar… boqueando, asustado, en el vientre del silencio doméstico.

Tenía esa clase de certezas que solo se presentaban una vez en la vida, justo la misma que su primer verano, el único verano juntos, por así decirlo, cuando ella preparaba las infusiones de jengibre en el cazo y mientras se enfriaban las tazas se contaban cosas el uno al otro sentados en el patio de casa como si nada, como si todo, como si nadie.  

El patio también le era extraño. Toda la casa. Todo. No era capaz de rehacerse. La nostalgia le sabía a salitre, y eso que él no se había ido a la playa a intentar desconectar de esa relación. “Tierra de principios, gente de valores” rezaba el lema de esa autonomía. A eso se aferraba él, a que ella cuando menos estuviera sintiendo lo mismo y fuera capaz de guiar esa relación fallida, no una vez más, sino la definitiva, sin esos vaivenes de primavera tardía.

Quería que le pegase, que le besase, que le amase, que le pidiese irse a vivir juntos, que tuvieran un futuro… sabía que podían hacerlo, él y la vidriosa opacidad de sus ojos, la quería tener cada día; las mujeres que se creían muy listas siempre acarreaban problemas. 

Necesitaba verla y saber que había llegado bien de su viajecito, saberse una familia propia. La verdad tal y como ella se la dijo le era muy diferente. Tenía una vida para ella. 

Pedro Belmonte Tortosa

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Pedro Belmonte Tortosa
Tags: certezasgente de valoresprimavera tardíatierra de principios

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