Era un problema de solución imposible. Y a veces las caras lo decían todo. Es por eso, que había más: una mujer. Fue y es nieve de verano, una mentira piadosa, y el duelo por un consuelo forzoso: nos buscamos mutuamente. Todos sus nombres los repito a cada segundo. No es ese mi trabajo, pero lo hago. Muchas veces, las personas, como los animales de un zoo, no saben que van a extinguirse.
Y para eso me dejo la piel, se ha ganado su derecho. Sabe que hay lugares, miradas, que son viento sobre el mar. Además, primero sentí lluvia en los zapatos; no sabía qué decir. Parecía que mis recuerdos eran suyos, como con la estrella que se alzaba en el cielo, inalterable por el tiempo, inmune a la muerte. Ese era el problema.
Si quieres algo de la vida, necesitas no tener miedo, pero uno… no siempre se acostumbra a cómo son las cosas. Es la mitad de la batalla. Eso me curó el juicio como escritor, más mis actos no fueron del todo silenciosos: era una mentira piadosa. Le dije que podía irse a casa.
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