La noche había sido mala. Se acordó de su madre y de esas cosas que no había hecho en la vida. Por joven, ya tenía una buena lista de asuntos pendientes. Su padre no le fue más que uno entre un millón. Ni durmió en casa.

A todo esto, el padre, después de esnifar su segunda raya del día o de la noche, según desde donde se partiese, se fue a rezar. Era el único día del año en el que acudía a la iglesia.

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