Puedo escribir los versos más tristes esta noche…
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella…
Mi voz buscaba el viento para tocar…
Es tan corto el amor…
Aunque este sea mi último dolor, sus ojos infinitos, los suyos; no puedo guardarlos. Mi alma no se contenta con esa mirada. Busca. Y no ya por los mismos árboles, o en la noche tan estrellada donde tiritan los astros, a lo lejos, girando azules y tiritando. Sus grandes ojos están conmigo, sin largo olvido, blanqueando el nosotros, contentos de habernos perdido.
De otro será, no sé.
Como antes mis besos.
Su voz, su cuerpo claro.
Más a lo lejos alguien canta.
Y el viento lo giro, yo lo quiero; a veces ella también. Cae su alma como al pasto el rocío. Ni nosotros, los de entonces. ¡Pero cuánto la quise y quiero!, más ya no la quiero querer: ya no somos los mismos. ¡Qué cierto!, ¡qué ni me contento de haberme perdido! Ojalá sea éste mi último dolor, infinito, suyo.
Es tan corto el amor… De otro será, no sé.
Mi voz buscaba el viento para tocar… Como antes mis besos.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella… Su voz, su cuerpo claro.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche… Más a lo lejos alguien canta.
(La música de la lluvia del Poema XX de Pablo Neruda, adaptado,
en mis tintas para la vida: PEBELTOR)
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