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Como pez en el agua

Son cosas atípicas, de esas que salen a lo largo de los años. Llega noviembre y el Maratón de Nueva York me visita. Sé que la idea es como la Navidad, que llega quieras o no y te toca soplar las velas, con sus juegos de apariencias. Y no hay sindicatos con los que cabrearse o capullos destroza hogares a los que culpar; además, el frío, que lo hace, te congela por entre la ropa. A ellas se les aconseja ponerse vaselina en los senos, las axilas y a nosotros en los bajos, también. El hielo busca por ahí. Créanme, duele.

Aun con esas no le tengo miedo. Da igual. Trato de controlarlo, creía que ya estaba todo atrás, hace un par de meses ni quise involucrarme como espectador… pero nos necesitamos. Camela, tiene la sabiduría de la araña, esa carrera: es un realismo especulativo que te convierte en héroe de sus seguidores. Ya van llegando. Son unos quince años pretendiendo correr esa guerra, y encontrarme culpable por haber ido. Trato de ayudarme y no ir, pero ni la mafia irlandesa, georgiana o albanesa me podrá detener. Algún día iré, siendo uno más, es una profusión rara, como la de boxear siendo consciente. Son momentos en donde uno se prueba. Todos ellos coinciden en llevarme a pensar en ser algo más, pensando lateralmente.

Las políticas, los comités propios de cada trabajo, los cánceres de mierda, las/los que buscan a quienes les den coartada para el resto de los días, y quienes tan auténticos/as que son tan buenos/as que no se dejar ver. ¡Todas, todos!, lo sé, en las teorías del solucionismo, estamos tan cargados de excepciones, vicios, errores imperdonables y perrerías que nos faltan apartados por desgranar. ¡Ni con fármacos se me va esa idea de la cabeza! Tengo que empezar a ahorrar y tomarme más en serio si cabe esas imágenes de la Maratón. Es la posverdad más idiota, lo cínico. Supongo que no se trata únicamente de salir a trotar por las vías verdes o los populachos y las manzanas. No vale correr en plan tradicional. ¡No! He visto la cara de los que están allí, aunque ya van volviendo, y lo que sienten no es lo que siento yo: algo no me ocurrió a mí. Esto tiene toda la pinta de ser algo personal, uno se puede quitar de cosas, para hacer otras, creo. Sí. Tengo que hacer una lista con lo que precise. Y habré de ir dándole las gracias a los que me impulsan: los chicos del barrio que me cruzo y que me dicen con sus lamentos que han bajado la guardia, los de los resentimientos que no donan ninguna consideración, los que se creen tan importantes en el gimnasio que no se les puede ni mirar, y tenemos los proyectiles de los informativos, saben a lo que me refiero, las imágenes que usted/es no les pondría a sus hijos pero que nos las ponen en prime time cada cinco minutos por extrañas u horrendas que sean, ganchos de derechas sin que podamos subir la guardia ni enjugarlas con cintura improvisadamente

No es ir a Las Vegas, no es salir de la ciudad porque sí. Es Boston, Londres, Suiza, Berlín, etc. Es como besar a una chica con un anillo en el bolsillo, supongo… que no es la única arma por muy en serio que uno se lo tome, siempre hay algo más: falsos futuros. ¡No! Nadie es profesional de nada. Y eso exige responder por uno mismo, quizás porque se repite mucho, como el frío. 

 

Pedro Belmonte Tortosa

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Pedro Belmonte Tortosa

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