-Se podía haber hecho. Dios me mantuvo con vida para traerla a ella al mundo, ¿verdad que sí?
-¡Vamos!, ¡espabila!- creí escuchar. ¡Oh Dios mío!, ¡qué pena!
-Tiene buenos pulmones- me dijeron cuando estábamos conociéndonos todos, y eso que no estaba para bromas. –Tú de eso no te acuerdas mi vida… Chisss. ¿De ella sí verdad?, ¡qué pena chiqui!
Nunca debimos mezclarlo todo, se le notó algo patoso por mucha experiencia que tuviera. Sólo se había tomado un café esa mañana, ¡tan médico como era!; me lo dijo su enfermera. No sé por qué fui allí.
¡Joder! ¡Sólo quería ayudar! -¡Quédate ahí!- le dije. –No te acerques. ¡No! No. Me falta una.
-Es hora de volver a casa- contestó muy suyo. –Estas cosas son así mí vida, juntos lo superaremos- insistió tu padre. –No había tiempo- se descargó.
-Tiempo, tiempo. Tiempo el que tú y yo tenemos mi vida.
-…Chisss…eh… loa, loa, loa mi vida. Duérmete chiquitilla. Duérmete.
…Chiquitita dime por qué… Chiquitita tarara… rara… rara… A ti no te extrañaré.
No quería ni mirarle, siempre hermosa y con los dedos largos y las venas marcadas. La niña que fue. Hasta…
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