Las acciones de los hombres son las mejores intérpretes de sus pensamientos, lo acuñó James Joyce, supongo que, justificando la ordinariez y el egoísmo, por cuando alcanzan la verdadera grandeza. Con ellas no lo hablo, callo, miro.
“Es el precio a pagar por colocarse de frente ante las puertas de las historias”, me dijo sobria, de novios. Desde entonces siempre he sabido estar callado. Y las niñas, que no extrañan; quiero retratarlas antes de que sean adolescentes. “Cuando dictó la sentencia le perjuró que la mataría”, me lo dijo su pasante, otra indiscutible Ulises.
Tiene mérito amenazar estando muerto, no aprenden.
No quería ni mirarle, siempre hermosa y con los dedos largos y las venas marcadas. La niña que fue. Hasta…
En Villaciruela estaba prohibido leer, escribir. Las señoras habían de serlo siempre, admirables en cualquier circunstancia. Afortunadamente siempre existía otro…
Por muy diferentes o parecidas que sean, y cosas hirientes que se digan, las religiones unen a las personas. No…