Llegado a la media vida, o superada, el escritor escribe de eso. De cómo se llega a la ancianidad, de cómo se puede o no ser invisible, de cómo se juzga hoy en día, de cómo han evolucionado las relaciones que no todo es ya hombre y mujer, de cómo y quién es bueno y malo, y de los hijos y los padres, o las amistades y los negocios varios. Es una apuesta fuerte, que apuestas las hay.
Si quieren saber ¿Por qué las rosas ya no huelen como antes? lean el libro. Hay como que tres/cuatro partes: el juicio, cómo asimilarlo, la vuelta a la realidad, y las consecuencias. Precisamente porque es doloroso tener que juzgar y lidiar con esa presión, quedándote sin vida o aprendiendo a vivirla de peor o mejor modo. Por no ser juez, y por los que tienen que serlo, que por facultados y entrenados también sufren y tienen sus vidas paralelas. Y porque en este caso (el caso Pepe Lomas) se llegó a poner en duda el Código Penal, con elecciones y partidos políticos de por medio, amén de las manifestaciones de los ciudadanos de a pie en favor del octogenario que cogió su escopeta y descerrajó varios tiros dentro de su propia casa alegando legítima defensa y llamando él mismo a la policía. Un caso que se ha juzgado más de una vez, y ninguna. Todo ello en una ciudad de provincias, no en la capital ni en primeras líneas del frente… que tampoco fue casual.
Políticos y demás personas de esa misma o similar calaña se han ocupado de crear ese panorama cultural por la cual ellos mismos se han hecho necesarios, cuando no debiera ser así. Lo mismito que ciertos ámbitos de la justicia. Justicia con mayúsculas.
En otra época y lugar nos lo hubiéramos creído como una historia del cine americano, seguramente. A lo sumo francés. Y rosas u hortensias daría igual. Tras ciertas decisiones nada es lo mismo. Matar o no matar. Querer o no querer a alguien. Disparar o llamar a la policía antes de hacerlo… Vivir en pareja plenamente consciente. Que los hijos sean lo que deben ser y se espera de ellos. Lo mismo de los matrimonios. Etc.
La historia tiene numerosos hechos verídicos, la mayoría de ellos lo son. Apenas se han cambiado los nombres y poco más, conjugando las personalidades. La platea, el foro, la ciudad, el lugar o escena es exactamente la misma. Ni más, ni menos. Por eso choca, así como las actitudes, las declaraciones, los pensamientos y los engreimientos de los intervinientes.
Y esa es la obra, el olor de las rosas cuando se escribe, cuando uno se aventura a ese paréntesis suspendido en el tiempo y dice, reflexiona, hace, se equivoca, toca, maneja, deleita, sufre, come, llora, despotrica, se caga en su puta madre, fastidia y recrea vivencias, momentos y sensaciones. Una rosa no es la significación política, que alguien pudiera querer ir por ahí (y también encajaría); ni es una persona en concreto. Es la esencia. Cómo las personas y las vidas se adaptan a los acontecimientos quieran o no, unos mejor y otros peor. Y es una crítica en toda regla.
Siempre se obvió el título Pepe Lomas, o El caso Pepe Lomas, Legítima Defensa y otros similares del tipo Jurado Popular. Decían, pero no decían lo suficiente. Salió al final, ya terminado el libro, aquel lugar de los hechos: Valdelobos 60. Y no era la persona, tampoco el lugar, ni el caso en particular, que sí, que se cuenta una historia muy, pero que muy real. Y dura, expresiva, burda, indignante por momentos, en donde cada cual es libre de pensar y hasta de hacer, que eso fue lo que pasó: que un hombre, ya anciano, disparó dentro de su propiedad (vivienda en la que residía) a una persona que presuntamente entró a robarle y que resultó ser un inmigrante; y fue condenado por ello con Jurado Popular. Pero hubo mucho más. Estaban las reacciones de las distintas personas implicadas, de los jurados, de los políticos, de la sociedad en general… estaba y está ese poso que perdura.
Te querré cuando vuelvas fue el primer escenario. No tiré a matar. Tiré a avisar fueron los siguientes. También el de Buenos y Malos. Al que le sucedió el de Hijos de Puta. Finalmente, llegó el turno a ¿Por qué las rosas ya no huelen como antes? Una mezcla de contundencia, dentro de la contención a la que nuestro propio lenguaje nos obliga, de síntesis y, si me permiten, de audacia y sarcasmo… partiendo de los hechos y del Derecho.
Primera páginas,
gratis.