No salí pitando de allí, pero poco me faltó. Y encima mamá se sentó a leerme en voz alta un libro clásico de algún autor ya muerto que ni era capaz de pronunciar. Con la anciana del sombrero, deambulando de un lado a otro, todavía.
Sus ojos se posaron en mí, quizás fue lo más determinante. Unos ojos inmóviles, incluso cuando la anciana del audífono se paseaba a su lado.
No vuelvo a ir al cine con esas degeneradas en mi puta vida, ni eligiendo yo la película de antemano. Han tenido tanto y tan poco, que ni dieron un respingo una sola vez… Y yo, que pensaba que eran dos que se querían, e iban a ver pasar un barco desde una praderita. ¡Hostia puta con la peli! Llevo tres días con la radio y las luces encendidas y cada vez que oigo el timbre no me muero por poco.
La forma de sus senos incipientes a través del jersey holgado me sigue mirando, y juraría que estaba viva y la mataron allí mismo, en pleno directo. No dijo ni una sola palabra más. Espero que la policía no sospeche de nosotros. ¡Cómo iba a pensar yo eso, si fui por entretenerlas!
A veces, al otro lado del arcoíris se escondían muchas lágrimas, mucho dolor y una profunda tristeza. En otras, la belleza del recuerdo. Para vivir en ese pueblecito había que tener la lucidez del perdedor, porque lo malo de morirse de amor es que no te morías, y que no cualquiera era compañía.
Sus muchas casas emparejadas hacia la luz y esa ventana que propiciaba el mar y su oportunidad les era lo más parecido a la libertad, al buen recuerdo y al dinero. Si bien, se conocían a sí mismos, y a su soledad: demasiado ruidosa.
La vida les iba haciendo una selección natural de amistades y de vecindades. Y se equivocaba poco la vida, muy poco. En algunas casas se colgaban espejos, del tipo retrovisores de los coches, hacia los lados. Cada uno recordaba a una persona, y su respeto. Gestos que no daban la vuelta al mundo, y que no se pintaban en murales, con trazas amables y quizás un tanto edulcoradas. Hechos que se quedaban por entre unas casas y otras.
Ese pueblo de casas hacia la mar era un país distinto a todos. Todo ello en un marco tradicional, por modernos que fueron en sus tiempos, multirraciales y sujetos a tensiones del todo tipo, incluidas las nacionalistas. Un lugar habitado por gentes que daban la mano con mucha fuerza, de los que sabían escuchar y parecer cercanos. De tono, presupuesto y autoridad moral.
Algún día, en alguna parte, ya no habría nada y, sin embargo, ellos permanecerían. Ellos y la alta noche tranquila, sobre esas sonoras sombras y crestas de la mar, filtrándoseles los rayos de la luna hacia las ventanas, cual alfombra de pensamientos que seguirían cruzando mares. Eran el frío de la nada y lo eran todo.
Los de tez rosada y pura, y los de formas menos gráciles. Todos, ollados a esa sombra, sueños, ímpetus y reflejos asidos a esos vastos espejos en tan reducidas y perfumadas estancias.
De las mujeres lo que fue quedando fue eso: el aroma y la voz del agua al perderse entre el silencio de la noche oscura. Prestos a perderse en la región lejana de la mar se olvidaron de cuidarlas. A ellas y a sus entreabiertos labios, brillos y rasos níveos, con violetas silvestres algunos las recordaban, otros con ramos marchitos, infamias y desvíos. El recuerdo hacía de todo una inmensa tristeza, tentando las vistas cansadas, que ni con las sonrisas de orgullo y de idiotas redimían.
La poca distancia entre el todo y la nada, entre la vida feroz y la muerte, entre el pánico y la piedad les venció y vencía, cuales botes remando contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el pasado.
Casas, al otro lado del arcoíris. Eso eran, y acabarían siendo… y todo tendría su sentido, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra.
Para poder ver la newsletter pinche en el siguiente enlace: Newsletter Septiembre 2022
Dos días más y ya se vería, si la barba se dejase pudieran haberle salido unas arrugas en las comisuras de los labios. Los ojos se le habían engrandecido y su piel, antes muy blanca, tenía otro tono bien distinto. ¡Hasta las gafas!
Al notarse lloraba en silencio, lloraba cogiendo las cosas, lloró toda la noche y lloraba al peinarse.
Nadie le podía consolar: era septiembre, su primer día de colegio una vez más. Y de tanto oírlo no solo se había hecho mayor, sino que llamaron a la policía. La primera su madre, que no lo reconoció, no tardando en presentarse la vecina. Una que no se cortó y envilecida por lo que oía y veía del hombretón avisó al colegio para que no le dejaran entrar, de tanto que decía que tenía que irse al mismo.
La amalgama de gentes y de lugares distintos no tardó en producirse. El niño no estaba, era un hombre. Con el que ni por señas se entendían. En el hospital la cosa no fue a mejor. El doctor poco pudo hacer, aparentemente todo estaba bien; sí el cura, que le esbozó a la madre del supuesto hijo, que no lo era “lo bautizaremos, no te preocupes”. Por entonces, un camarero creyó conocerlo, y no. Madre e hijo, harta de lloros y gritos, prefirieron el silencio del otro. Al tiempo ¡hasta comprobaron si tenía pasaporte!
El caso es que todo estaba escrito de antemano. Carolina, la hija de la vecina bien que lo sabía. Fue ella quien lo hechizó; la que en realidad no estaba poniendo mucho empeño en trasladarle a Francia. El segundo punto de cuatro. Incluso llegaría a tener esposa y regentar una librería. Todo, por no ir el primer día al colegio, que a Carolina no le gustaba el uniforme y se las sabía todas.
Nadie les advirtió que extrañar y extrañar era el coste que tenían por contra los buenos momentos. Era la vida real, la del irse en un suspiro; la que no tenía otra ruta de salida que el dolor del amor y lo vivido. La de la habitación vacía y la caricia de la nada. Y el fingir que no se veían.
Qué vulgar era el amor, a veces… Y cuánto callaban los educados, olvidando haberse conocido, y que una vez y muchas estuvieron en la cama sin rogar y sin insistir, sin molestarse; en su blanco inmaculado. Ennegrecidos, no podían controlar las acciones de nadie, la lealtad salía del corazón de cada cual. Solo alguien extraordinario podía cambiar el paso, y que la casualidad durase para siempre.
Mi ramo de rosas para ti…
Tal vez los sentidos sienten sin miedo,
tal vez aún rodamos descosiéndonos la boca,
tal vez todavía el tiempo no abrigue lo suficiente.
Ten paciencia, que todo tendrá buen fin… dicen, otros.
No tengo más ambiciones, las conociste todas: a la deriva,
inquietas, ejemplares, de las malas, mudables y constantes.
Con valor y entereza nos siguen, ellas no purgan las penas.
Y a la par está la cama, siempre, que no se pasa de moda,
como siguen las cosas que no tienen mucho sentido.
Porque el mundo no se explica solo, el mundo;
un mundo que escucha y escuchamos…
Cuélgate de quien te quiera, sí;
ambiguas horas quedan,
más lo tengo claro.
Cuidémonos;
Y yo,
que había jurado,
espero maletas y lluvias,
ahora que sin saber, he sabido.
Qué poco rato dura la vida, ni el beso;
no soy yo, ni tú, ni nadie… peor para el sol.
Y a comer sopa boba y perderse en las noches,
que los sueños sean mentiras de verdad: mentiras.
Otra forma cobarde de decirnos que no y que sí, que nada,
otra forma de negar lo que se esconde, de mentir con la verdad.
Nunca tuve mayor religión, ni ojos por ninguna otra o razón de espejos.
Escribo las soledades porque me sobran, porque se caen y porque fueron. Sí.
Qué pequeña es la luz cuando no está todo en un solo lugar, sonido y buen tacto.
Y la letra seguirá buscando un amor a medida, que sea amor, y que valga la pena.
Prefiero la guerra, ésa; y entender lo que pasa, viviendo y entendiendo, siendo,
y que pase lo que tenga que pasar, porque ser valiente no tiene que ser caro.
Ni malo, y nunca cobré a nadie, ni pagué a conciencia; siempre vestido.
Las tonterías de la gente para la gente, el amor para el amor.
Porque el hueco está, quedó, un hueco… Te fuiste, tú.
Saliste del vivir aquí para allá, cambiaste. Tú.
Y había espacio, y de todo. Bueno…
También malo, y reventaste.
No me esperaste llegar.
Te fuiste. Tú.
Besos.
Al continuar con la navegación entendemos que se acepta nuestra Política de cookies. Más información
Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar la experiencia de navegación, y ofrecer contenidos y publicidad de interés. Al continuar con la navegación entendemos que se acepta nuestra Política de cookies.