Existe un contrato tácito en toda relación. Pero ¿cuánto vale tu vida?, ¿cuál es la prioridad? ¿Las elecciones paralizan? Elecciones de verdad, no las de las urnas. Me refiero a ese parlamento de las marcas blancas y a las de las María José que tanto inquietan, complican… y ayudan, no quemándose en la batalla; tienen que ser totalmente conscientes, hablamos de ciertas personas.
Son ellas, las allegadas que no pasan desapercibidas en una reunión familiar, que cansan, que tienen su reputación en sus monotemas, y hasta de las que no temen hacer algo malo por buenas razones, cosa que se callan siempre, para ser más preciso. De problemas médicos y maternidad también hablan, y hasta lo ven todo absolutamente inadmisible, pero cuando el relato del amor cotidiano lo justifica, ellas son el mejor edén de la medicación y legitiman lo socialmente admirable y necesario. Unas de esas cuidaron de una allegada cuando se tropezó, o desvaneció, al entrar a un supermercado presente en muchas calles, dando con su cuerpo al suelo, que la paró y la ató a un shock. No me fijo en los que miraban por su ventanita, miserables en sus énfasis, sí en las contratadas y la excompañera o quienes sin ser amigas también se detuvieron en su quintaesencia para estratosféricas: correr y no abordarla, ayudarla llegando, cuidarla con el don supremo de su tiempo sin buscar éxitos, no moverla de más, buscarle hormigueos, hablarle sin expandirle diferencias, procurarle un buen hielo (aunque fuera el de la pescadería sin inmoralidades) y hasta confesarle la fórmula de la relatividad para no apresurarse y tener ese momento consciente dentro de un mundo brutalmente desigual en los extremos, no soltándole la mano hasta que llegasen las urgencias.
Las mismas que nunca te dejarían a tu aire, o se escaquearían muy profesionalmente no ayudando a quitarle los pendientes y la/s sortijas en una sala de rayos a medio oscuras antes de hacerte placas para ver el alcance de los destrozos, en una sacralización asquerosa -hasta virulenta-, como si ello atacase su estamento, o quienes nunca te dejarían vagar solo/a por un pasillo médico repleto de puertas varias a su porvenir sin acompañar en esa atención tan médicamente infrahumana, tal que el/la accidentado/a circulase sin ningún problema… Socorros pagados que no valen ni las decisiones que dicen que tomemos; ni el tiempo en conciliar los quehaceres poniendo quejas, cuestionando sus roles. Ni nombres cualesquiera… que se hagan ellos/as la ola en su falta de implicación; absolutamente suficientes.
En la vida que vendrá, quiero a una de esas María José o como se llamen, de las que trabajan en las marcas blancas de los días, tenderas o lo que sean, no las de las cabezas cuadradas, para ir más allá del invierno que nos poseerá… Resultaría durísimo ocultar el insoslayable panorama de compatibilizar la medicina sin la atención social, siendo cómplices de egos mayúsculos. Son esas, ¡sí!, todas, las totalmente extrañas por cotidianas, abnegadas, canallas… Las que no fabrican ideas, ni construyen nada, las madres rebeldes; las que saben de ´la ciencia del sentir que todo se conoce´. ¿Cuánto valen ellas?, ¿cuál es la prioridad en cualquier elección? Todas pueden llegar a generar una visibilización/confesión en segundos teniendo una sombra bien pertrechada, de esas de última hora; es cuestión del contraluz esa movilización, no mucho más: un vestido, ese peinado, los blancos y negros rellenos de las incógnitas de cada uno consolidando bienvenidas, cansancios… Hasta se les puede cambiar los rasgos y a las caucásicas hacerlas orientales o viceversa, u otras de futuro también. Todos podemos hacer números, cosas, emprender y jugar a ser médicos y personal sanitario cobrando; incendiarios.
Hablamos de ciertas personas, de las que a su modo siempre están a punto. ¿Cuánto tardarías tú en parecer otra?, ¿y en serlo?… ¿Disimulas o esperas?, ¿qué eres en verdad?, ¿amor cotidiano/amor pagano?, te está esperando, más ¿de qué lado estás?… desvela la realidad profunda de una estructura vedada. Premia a quien te cuida y harás visible los contraluces, abarcándolo todo. ¡Todo! Deseos, beneficio social y económico no son incompatibles. Y no son intenciones… es estar a punto, o sea, las presencias para fabricarse ideas, formas, apariencias: lo primero y más obvio de los actos del entendimiento.
Cuando vi su cara supe que no era él, pero como si lo fuera. Llega un momento en el que un hijo deja de ver a su padre crecer y le asigna sin querer un rostro tipo, por eso lo reconocí: fue algo intuitivo.
Y no tuve que leer más del relato de aquel periodista que contaba el drama de los incendios en la vecina Portugal. Aquel hombre de edad mediana, más bien avanzada, sentado en su coche, poco lujoso, no podía controlar el pánico. Era para sí un gran día de nada. Afuera, vecinos y curiosos observaban. Seguramente estaba impotente porque las autoridades, en cumplimiento de la ley, no le dejaban avanzar más hasta lo que sería su casa o el medio de vida: y se derrumbó en ese salto al diario. Al lado, un político era incapaz de consolarlo, no le salía aquello del “lo que no hagas tú no lo va a hacer otro”; debía cumplir su función social de amparar, a pesar de serle cadena y cargo.
He cerrado los ojos al menos setecientas veces desde que pude medio leer (por decir algo) el reportaje. Y sigue ante mí. Tengo la cara de ese hombre incendiada de miedo, de sed, de la verdad… los hombres me explican cosas. La gente cuida lo que tiene, y quiere. Las personas no buscan un amor marca, estándar; estoy seguro que ese hombre, con todo su genio y descomposición, tenía la piel fría, siendo poco más que un alma de cristal inmóvil; sombra. No vislumbraba a los curiosos, vecinos y operarios voluntarios de los incendios, tampoco a los del humor travieso de la política con sus poco recónditos y disimulados abrazos de palmaditas en la espalda.
E intento escapar de ello, andando, nadando, planchando… y esa imagen tipo sigue. Es intuitiva, extrañamente conocida… ¡Qué cosas tiene la vida, y qué malos son los fuegos que no se apagan ni acaban con uno en su sinrazón! ¡Qué cosas tiene lo perdurable y lo sustentable! Cultura sostenible, dicen. Pena.
La música es buena para la melancolía, aún más, restituye; pero no nos echa a la calle. Tiene puertas que impiden que todas las niñas o adultos seamos curiosos, porque soy de todo, sí. Tanta reacción instintiva del –¡tenemos un defecto!, ¡tenemos un defecto!- que no nos damos cuenta. Ponerse de todo es mejor que cualquier cruce de correos ´subidito´ o servirse de monopolios. Fui a América y llegué nueva, en nada extraña ni sobrepasada, pero lo mismo si hubiera ido a comprar el pan aquí al lado. Tanto con público como sin él soy mi mejor pensamiento. Cuando las palabras son algo más que palabras, una/o no sopesa hostigamientos ni recuerda las cosas que hemos visto: se quiere el dulce malhechor. Y es algo indefinible… Hoy llevo tacones, ayer zapatillas, el caso es dejar al hombre/mujer sin pasos, fantasear y dar vueltas y vueltas, que la luna siempre sangra por su lado más oscuro. Ése es mi bien común, la brújula de los cuatro nortes y todo.
Antes de tener miedo a ponerme o quitarme algo ya lo he hecho. Aquellos que quieren controlar mis designios que sigan por el mundo subliminal, yo prefiero ser otra más de esas élites de ausentes que con la suerte de la candidez estamos viviendo guerras diferentes. Todavía hay quien sigue las reglas del sentido común, más lo del “tengo mucho dolor” tiene que terminarse. No hay ropas para los martes ni para los días de coraje o de vergüenza, hay personas muy al contrario, que no es poco. Si vuelvo a escuchar otra vez las mismas canciones mataré, no son sonatas de mujer, son lagunas para gatos moribundos, y yo no soy eso: siempre crece otra piel en la herida… fantasear y dar vueltas y vueltas, ¿o no?
Ya mismo viene Halloween ¡menudo disfraz tengo!, ¿truco o trato?
Pude con el mejor equipo universitario. Guie a un impetuoso ciego de poco más de metro y medio. Conseguí bajar unos kilos de más sin desmoronarme. Cené por espacio de dos horas con un médico que decía hablar sin extrañezas con los pacientes que están en coma. Sé de las anécdotas más indecorosas que les suceden a los masajistas… Y me han despedido por criticar a mi jefe con un retrato exacto de nuestra ´próspera´ sociedad, cansada ya de ser su aliciente y esas alabanzas ventajistas: perversiones. ¿Acaso el pecado no puede ser concebido en un estado natural?
-Tienes la oportunidad de ganarte tu futuro- decían.
¡Total! que una no deja de estar a cuatro patas viendo sin ver, afilada.
-Las niñas de hoy, líderes del mañana- decía mi abuela con el poder de quien no tenía el poder, inmóvil sombra que persistía en los azotes del tiempo.
Al menos yo me muevo, afilada pues.
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Lo recuerdo como si fuera ayer. Eso sí que fue un discurso motivacional, lo que precisaría yo; este sofá que lo llena todo y yo ya tenemos toda la magia que necesita mi interior. Quiero volver a tener la capacidad de imaginar un mundo mejor, saber que es mi momento: esa unidad mística presente en lo profundo de las cosas que me falta. Esto está empezando a ser como lo de beber agua cuando te desangras, que por mucho empeño en tal vulnerabilidad, centímetro a centímetro es como vivir el antes de morir, desentona, reprueba… muchas voces y una en el centro de la diana.
Sin milagro sigo ingenua que no hambrienta. Así no es posible hacer nada grandioso que me entusiasme. Quizás esté ya en el infierno y no sea tan malo, y lo de la adversidad sea esto: no tener ni secretos o lamentos. Soy tan libre que hasta los consejos de ancianos me parecen útiles, dan juego.
Por lo menos caí hacia adelante… fuimos héroes el todopoderoso sofá y yo, llevaría mil y pico intentos hasta que me salió. Y no dejé a nadie atrás, nadie. Claro que este ha sido en un día de diario; mi jefe debe estar echando pestes. Ya me sé su discurso, que no lo que más daño me hizo. Ni lo extraño:
-¡Niña!, has sido tú la que me has hecho correr riesgos. ¡Al infierno! ¡Despedida!
El caso es que tras aquello cualquier día es como un mal fin de semana. ¿Estaré sobria?
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