junio 2017

29
Jun

¿Te estás dando cuenta?

En el fondo a eso lo llaman esclavitud. Ni Einstein y su teoría sobre Dios.

El “no sé”, “no me consta” o el “lo desconozco” ese… Mejor no enterarse. ¡Hipócrita! Tú y tu esperanza. Me has dejado sola en esta cámara diabólica, con las ganas.

¿Cómo que el corazón es un cazador solitario?, ¿qué hostia es esa invisible? ¿No me querías ladronzuelo?… Aquí me tienes, con los cuentos escogidos dentro de una, acordándome de ti, mojigata. Con mis humos.

Iba a intentar ese pequeño kit de supervivencia. Ya sabes, el que funcionó en su día. Depilarme las piernas, recortarme un poquito el pubis, echarme creatina en el pelo, una sombra de ojos, labios de fresa, manicura, pero es que no. No. Al final se trata de encontrar tu sitio. El amor duele, pero duele más evitarlo.

Espero que te hagas de alguna sociedad secreta o alguna logia. No quiero volver a verte, todavía te quiero. Y eres un puto fraude, un donnadie de esos. Me has tenido toda la noche dándole vueltas y más vueltas a las cáscaras de las nueces como si fueran flores de santidad. Y el desayuno: un whisky.

A media tarde llevo siete, y no me hacen mucho efecto. Temí llenar la bañera por si me hundía, y hasta creo que voy a flotar. Hay días que una ni se muere ni la dejan del todo. ¡Por qué no te vas de mi mente!, ¡déjame! Vete.

Lo que no se me pasa es el estreñimiento. Tú y tus putos kiwis, la manía que os estoy cogiendo. Estoy de nueces y cerezas empachada viva. Cogía una picota de esas y como casi todas iban en ramos de dos, jugaba a las margaritas, “¿me quiere?”, “¿no me quiere?”, así una tras otra. ¡Menuda mierda! Tres kilos que venían en la caja en mi tripita. Preferiría quedarme sola que engordar, ahora encima dirán que es porque terminamos a cara de perro y te eché de casa. Gilipollas.

Buscaba el calor del amor en el mar. Sólo te dije -¿nos vamos de vacaciones?- y ya soltaste todo. Si no fuese una tonta en ese mismo momento hubiese cogido las tijeras de podar y te la había cortado cabrón. Tú solito te delataste… Nunca digo esa expresión, y no venía a cuento, es bobalicona… Pedro, Pedrito, Pedro. Tu madre tenía razón, con lo impetuosa que es. 

“Pellízcame cariño”. ¿En qué pensabas?, ¿o en quién? Ya puedes correr porque a los ricos pan y a los pobres misa. Cuando me ponga bien te va a faltar refugio, ¡piérdete! A mí en la ópera me cogías de la mano, nunca te pellizqué ni me lo pediste Pedrito. Eso no son elucubraciones mías, no soy tan extraña Pedro. No. Ni Madame Butterfly ni leches de esas. Hoy la leche es whisky, ni loción corporal me toca. Te jodes… Tu nombre es dolor.  

 

25
Jun

Salpicaduras ocres, agua que muere

Pirineo sur, eso debería estar pensando. Pero no. Ni Formigal, ni Panticosa ni otras contribuciones que de alguna manera me saquen de esa idea loca que de raíz me retrotrae al escenario principal.

Es algo loco, original, ambicioso… algo que podría ser referencia para siempre. Es esa música que se mezcla con el silencio, y basta que te ayude para encontrar tu sitio como para que te sirva como la mejor riqueza. 

Nadie llama a nadie. Nadie insulta a nadie. Es pura realidad. Uno y su multiculturalidad. Agua y aceite, preludio, seña de identidad, razón y sueño. Son agujas de papel, mariposas heladas y directamente la vida invisible… ese fraude de la música inaudible… hasta que uno se vaya quedando sordo.

Pero no, casi que uno debe refugiarse en ese Pirineo sur hasta que se amortigüe la voz dulce de esa nana nunca tarareada, algo que suena pero que es una falsa ilusión… esperando que ese crecimiento tortuga que todos tenemos nos pueda y venza, redondeándote el círculo y teniendo otros soles. Es tiempo, esa herramienta de acero remoto, el ser adulto, indestructible, colonial, y la pareja de hecho y sobre todo el ausente. Algo que provoca arcadas y que da rabia. 

Meryl Streep y Robert Redfort, allá por el año 1985, en uno de esos momentos íntimos de narices, se cubrían el uno al otro en la película en la que trabajaban, allá por el sur de todos los Pirineos, en sus Memorias de África. Eran las más curiosas. Ella sonreía y se dejaba. Él la tocaba como un gran líder, sirviéndole, y como que alejando los horizontes, formando parte. Sencillamente le lavaba el cabello, más bien se lo enjuagaba (con sumo respeto y cariño). Sentía el mérito. Estaban solos, chico-chica, hombre-mujer, y si hubieran más se estarían haciendo los tullidos para no enmarañar esas actitudes. Todo obraba sentido. Y el acicate musical era la realidad. No les faltaba evolución. Eran normales, no sólo honestidad, dignidad e intensas levedades. No muy lejos, corruptos, pobreza, gente casi muerta de hambre, fieras, y quienes esperaban las llegadas. 

No obstante, ellos alquilaron todos los miedos y se despoblaron de ese miedo físico al abandono de los pobladores, sin voz, mojándose. No todo lo hacían a lo establecido, hubo lágrimas negras, y fueron eso, gente con frío a la candela enamorados de la vida. Se lo podían permitir. Eran turistas perpetuos. 

Ahora, ese siempre estar contigo de la luz del día no es la luna perdida ni la mítica frase de los actores que se echaban mucho de menos: “agua muere en Mombassa“. Es aducir el desconocimiento. Dentro del sur y fuera del sur. Alto y bajo. ¿Qué extraño lavar una cabeza ajena?, ¿no?… esa pedanía tan pequeña, con todo pillado, enredado. Más un buen soldado cumple las órdenes, pero ¿de qué podían hablar en verdad un cazador con una acaudalada dama en tierras de agricultores y ganaderos?, ¿habría selva mayor?

Todo está lleno de casualidades, juraría que sí… Va a ser cierto que en aquel cuartel de la victoria todos fueron camaradas, y dejaron las memorias en lo menos complejo, respetuosamente, con el nunca después del “agua muere en Mombassa“, crónicas de la guerra, conmutándose las penas con el exilio del -cuando vuelvan las lluvias-, ¿otra casualidad? 

África, pequeña casa de historias grandes. África, ¿a qué huele?, ¿trama o argumento? ¡África cuéntame de la riqueza excesiva del hombre más rico y la mujer que se lo ahorró todo limpiándose!… que llegará la sequía y temblarán los soñadores compulsivos. La vida es, en tiempos de guerra o de anormalidad, como una suave lluvia que no parece peligrosa. 

22
Jun

Penumbra

Ni lo uno ni lo otro. Quien quiere puede. A todos nos pone nervioso el primer comité de investigación. Luego habrá apego, cariño y las mismas condiciones para los dos; nos repartiremos los papeles. No me queda nada que ganar, lo habrás observado. ¿Verdad bolsito?

Llega el momento de cambiarte, y no sé cómo hacerlo caprichito. Ahora recorrerás tu propio amor, yo lo tenía todo idealizado ¡ya ves! No es huelga.

Lo que hemos llorado. No hay vidas en las selvas bolsito mío.

Contigo perdí la infancia, la cual nunca vuelve. ¡Qué querer amigo! ¡Qué querer! Y creí ganar la madurez, la cual llega sola… Complemento dicen.

¡Ya vendrá alguien que te robe el corazón! Yo me quito un peso de encima. Ufff, ¡qué difícil!, me hacías sentirme eterno… Solíamos en nuestra piel hablar mucho, se nos desprendía el tiempo, desfilaban los sentimientos, nos dábamos pánico… Y siempre callabas. ¡Cuánto mereces bolsito!

Dentro de nosotros, y no en la peluquería, existe algo que no tiene nombre. Eso es lo que quiero que sigas siendo reina. ¿Vale bolsito mío?, siempre te recordaré. No hay amor suficiente capaz de llevar el vacío de tu reinado… Ufff, ¡cuántos años de presidio! Ahora ya no hay más máscaras ni deseos, fallezco. Soy una pecadora, encallo con mi propia roca, orillando tu mar. Será meridiano, me van a poner huevos, bueno, casi. Comienzo quitándome los senos, me siguen agobiando y dando rabia; son mucha presencia. Ya hace mucho que fui madre, eso es lo más sangrante, cosa que no discrimino. Una mujer hermosa no es la más joven ni la más flaca o la del mejor cutis y su convencimiento. Tú lo sabes bolsito, ¡anda que no hemos tenido congresos tú y yo!

Pero bueno, que ya no te daré más sacudidas, cuando vuelva al barrio no me pidas un beso, te daré dos, tú en tu lugar y yo en el mío, temblando, con cariño, anónima y vecina. Y también a ti pintalabios, que siempre has sido mi mejor teniente, el de la última hora. Pero tú bien sabes que sólo era pintura, una tentativa por las fuerzas del orden, por no explotar. ¡Si sabes que siempre orino de pie!, salga como salga. Os veré bajo el hielo. ¡Faustino me llamarán ahora!, es muy popular… ¡Tócate los huevos! Con lo que nos hemos metido nosotros. En fin, toca ser más de esta comunidad tan diversa.

¡Imaginad que no estoy queridos!, que casi os tiro al fondo del lago. No os sintáis vulnerables. Si no tuviese que preguntarme por qué echo de menos algo que no he tenido no lo haría, lo sabéis. Ni lo uno ni lo otro, quien quiere puede. Es mi adiós, de una que entendió las reglas desde el punto de vista de quien podía romperlas. Llamadme extraño, pero no me llaméis; combinaros.

15
Jun

Los paraísos artificiales

Dímelo tú. Son tus recuerdos. ¿Qué somos cielo?

A veces sueño que recorro la ciudad y todo empieza, ¿te suena?

Léeme bien si quieres volver a tenerme: “Cuando vuelva no me preguntes ¿dónde has estado? Sé más original. Sé aquello de noviembre. Como tú me decías, el espectáculo debe continuar, pero ahora no me tendrás como espectadora. Ya veremos. Usemos el tiempo y démonos cuenta de los ojos ciegos. La economía azul, esa que nos deja atónitos, ¡es lo que toca marqués! El tiempo va sobre el sueño, extrañando. En el hospital me pedías que no me fuera, que te soltase las muñecas y las piernas, que querías irte a casa, conmigo. Hasta me pedías tu navaja. La enfermera me pedía que te hablase, que fuera tu estímulo; decía que -le dabas mucha guerra-. ¿Y afuera qué? ¿Quiénes somos fuera del hospital, en el día a día? Tú y yo solos, sin nadie. ¿Qué somos cielo? Llevo años sin oírte decir de veras: qué bien se está aquí, en esta casa”.

8
Jun

Camino de la perfección

– ¡Lo ves!, ¡tachán!- expresó ella, abriéndose y cerrándose intermitente.

Y nada de irrefrenables deseos.

– En la familia somos así señorcito, nos mantenemos como el primer día. En Michigan estarás bien, hay cero límites. Y tendrás un coche nuevo. Procura descansar un poco. Buenas noches- dijo muy notable.

-No puedo- dominó él, con carácter débil.

-¿Qué?- lanzó ella otro paso asociado. –Lo dicho, descansa.

-He estado fuera, caminando, pensando- observó él formando parte.

-¿Qué vamos a hacer?- preguntó ella con la mirada fija. –Mañana.

-No lo sé. Yo también tengo experiencias- expresó mesándose el cabello.

-Por primera vez no me miras el pendiente de aro- concretó ella.

-Tú y tu estilismo. ¡Tanta redondez! ¡Soy un hombre no un te quiero!, ¡déjate ya el piercing!

-¡Sí señor! ¡Es la hora chico!- dijo ella con gancho, envalentonada, metiéndose en el cuerpo a cuerpo. –Eres un donnadie. Asáltame, pareces rendirte.

Sin embargo él no se amilanó y le tomó la iniciativa, enmudeciéndola:

-Te deseo suerte, y no creo que la bata te esté grande- la pinchó estable.

-Prefiero la expectación amiguito- se agarró a capear el temporal. –Ven.

-Me gustabas más cuando te cultivabas con la revista- la ninguneó.

-A nadie le gusta parecer torpe- adujo ella.

-Sí, tú sigue viviendo el cuento de la Cenicienta. Golfa.

Pero algo flotaba en el ambiente.

-En aquellos tiempos me lanzabas un dólar. Lo alcanzabas tú mismo.

-Sí, todo un espectáculo- la demolió.

-Yo no pido un favor dos veces, es mi mejor bandera- no se puso roja.

-¿Hablas conmigo?- construyó su paz.

-¡Bocazas!- exclamó presa. –De ser tú ni existiría el menor aire.

-¡Bien!, bien. Se puede saber mucho de una persona por sus zapatos, ¿dónde los dejaste?- dijo de forma evidente.

-No lo sé tío grande, ¿qué importa? ¿Ahora te extrañas?

 

4
Jun

Siempre mejor

-Essien, el más tonto tiene una fábrica de pañales ¿no crees?, yo alucino.

-Sí, eso parece- afirmó el otro.

-Lo echo de menos- se abrió de nuevo Essien, recalculando.

-No sé- observó Keita.

¿Cómo que no sabes?– preguntó de primeras Essien.

-No sé… me llaman indio.

-¿Indio?- preguntó.

-Sí, indio.

-Pero si tú no eres de esos sitios- se medio conmocionó.

-¡Ya!- exclamó Keita, encogiéndose de hombros.

-¿Entonces?- le quedó la duda a Essien.

-No sé- retornó el otro con ese instinto.

-¿Y?- volvió en el mismo momento Essien.

-No les digo nada.

-¡Puff!, yo alucino. Y se ponen hielo en la cabeza.

-Sí, el más tonto tiene una fábrica de pañales, ¿no crees?

Vaya que sí– subrayó con frescura en ese momento crítico.

-¿Y?- saltó Keita con otro zarpazo.

-No sé, será porque se echa de menos. A mí una vez me llamaron bosquimano.

-¿Cuándo?- descargó Keita volviéndose a arrancar.

-No sé, no sufrí demasiado.

-Lo mismo es que no saben de dónde son- basculó sin perder el sitio.

-Sí, extrañarán– no le cambió el paso Essien.

-Pues no queda tan lejos.

-No, mira allí… todo recto- señaló Essien con la zurda.

-Bueno, todo empeora antes de mejorar- determinó viéndola salir.

-Teníamos que intentarlo todo.

-¿Y es que no lo has hecho Keita?- hormigueó.

Hay que tener el deseo– afirmó Essien.

Y ese más sí interior se le hizo un mundo a Keita, que no quiso poner contra las cuerdas a su colega.

 

Al continuar con la navegación entendemos que se acepta nuestra Política de cookies. Más información

Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar la experiencia de navegación, y ofrecer contenidos y publicidad de interés. Al continuar con la navegación entendemos que se acepta nuestra Política de cookies.

Cerrar